Conoce el método de los cinco dedos para manejar conflicto entre niños pequeños



Dan Gartrell (1) desarrolló la siguiente fórmula de los cinco dedos para resolver un conflicto entre pre-escolares o estudiantes en los grados tempranos.
  1. El dedo pulgar o dedo gordo enfría a todas las partes envueltas. Si los niños se sienten muy enfadados, nuestra primera tarea es calmarlos. Por ejemplo, en el siguiente argumento por un libro de cuentos entre Ana Maria y Natalia, su maestra, apretando a cada niña contra un costado, dijo, “Tenemos que resolver esto, pero primero necesitamos enfriar nuestras cabecitas un poquito. ¿Puede cada una tomar tres respiraciones profundas?”. Ana Maria sigue instrucciones, pero Natalia rehúsa; la maestra (sin regaño), le dice a Natalia, “Está bien, ya lo harás cuando te sientas mejor. Recuerda que me debes tres respiraciones profundas”. Entonces completa el ejercicio de respiración con Ana Maria (inhalando por la nariz al conteo del uno al tres y exhalando, también por la nariz, al conteo del tres al uno). Al actuar de esta manera, la maestra responde sensitivamente, y sin juzgar, a la necesidad emocional de cada niña. En adición, la maestra evitó un segundo conflicto, esta vez entre ella y Natalia
  2. El dedo índice nos ayuda a describir el problema; ambas partes tienen que estar de acuerdo con la descripción del problema. Cuando Natalia trata de interrumpir a Ana Maria, la maestra interviene, diciendo, “Vas a tener tu turno, pero en este momento estamos escuchando a Ana Maria”. Para abrir el turno de Natalia, la maestra pregunta, “¿Natalia, que tú crees que sucedió?”. Al finalizar ambos turnos, la maestra resume lo descrito por las niñas: “Según lo escuché, Ana Maria pensó que Natalia había terminado de leer el cuento, pero Natalia todavía estaba leyendo. ¿Estoy correcta?”. (Las niñas afirman con la cabeza). La oración a usar aquí es, “Según lo escucho, __________ (primer niño), tú pensaste que __________ y __________ (segundo niño) tú pensaste que __________. ¿Es eso correcto?”. Con este breve resumen, el adulto se posiciona entre ambos niños de una manera neutral e imparcial.
  3. El dedo del corazón o dedo del medio nos guía en la búsqueda de posibles soluciones. La pregunta a presentar a las dos niñas es, “¿Cómo ustedes creen que podemos resolver este problema?”. En este paso, primero se oyen las sugerencias de ambas niñas y luego se escoge una alternativa aceptable para ambas partes. Aunque la maestra puede sugerir una solución, la decisión final es de las niñas, no una impuesta por la maestra. La meta primordial siempre es dirigir a los niños a negociar entre ellos.
  4. El dedo de los anillos o anular es el “dedo del acuerdo” entre las partes. Ahora, las niñas contestan, “¿Qué ustedes creen que puede funcionar para ambas?”. Lo cierto es que la maestra nunca sabe por adelantado a que clase de acuerdo las niñas llegarán, porque, en este proceso de negociación de conflicto el adulto mediador dirige el proceso, pero no tiene control sobre las soluciones.
  5. El quinto dedo, el meñique o pequeño, facilita la solución y sella el acuerdo. Luego que ambas niñas se han expresado —siendo escuchadas por un adulto paciente y que no juzga— es muy probable que ambas tengan que ceder un poco en lo que cada una originalmente quería para lograr conseguir un acuerdo final. Esto es lo que se conoce como compromiso y resolución en toda negociación de conflicto. Al comprometerse, cada niña completa la siguiente frase: “Si tú me concedes __________ (lo que la primera niña quiere de la segunda niña), yo te concedo __________ (lo que la primera niña está dispuesta a dar)”. En este ejemplo, las niñas accedieron a que Natalia tendría 10 minutos adicionales para terminar de leer el cuento y luego le pasara el libro a Ana Maria, quien tendría derecho a 20 minutos de lectura sin interrupción. Varios minutos más tarde la maestra observa a las niñas sentarse una al lado de la otra para leer y comentar el cuento amistosamente.

No puedo concluir sin hacer notar que nunca es demasiado temprano para enseñar a nuestros niños como negociar entre sí para resolver sus argumentos y disputas de una manera satisfactoria y beneficiosa para todas las partes. También es importante apuntar al hecho de que, gracias a que ambas niñas sienten que fueron tratadas de una manera justa y objetiva por la maestra, los ánimos se calman y el conflicto termina. Muchas veces, escuchar sensitivamente es todo lo que se necesita para solucionar un conflicto entre niños. En otras ocasiones, sin embargo, la manera en que el adulto reacciona (ejemplo, culpando a uno de los niños) crea resentimientos innecesarios, magnificando el conflicto, en lugar de resolverlo.

(1) Gartrell, D. (2006). Guidance matters. Beyond the Journal: Young Children on the Web, March, pp.1-2. 


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Sin premios ni castigos: La ruta hacia una disciplina basada en consecuencias

En realidad, todas nuestras reacciones en la vida, positivas y negativas, son una consecuencia. Cuando entramos en la habitación de nuestro hijo y le sonreímos ampliamente porque vemos la habitación ordenada sin que se lo hayamos pedido, eso es una consecuencia positiva. Dos horas más tarde, cuando le ponemos mala cara y refunfuñamos porque encontramos sus platos sucios en el fregadero y residuos de su almuerzo sobre la mesa, eso también es una consecuencia, ahora de carácter negativo.

Cuando usamos consecuencias para disciplinar a los niños, no solo les estamos enseñando a cumplir con sus obligaciones de manera responsable, sino que también los motivamos a mirar dentro de sí mismos para reflexionar sobre cómo pueden hacer las cosas mejor en el futuro. El poder real detrás de la disciplina basada en consecuencias es enseñar a los niños que sus conductas tienen consecuencias, no solo para sí mismos, sino también para los demás, y que tienen que pensar sobre eso antes de que actúen. De la misma manera, los niños aprenden a «rendir cuentas» por su conducta una vez crearon un desorden.

El aprendizaje básico para nuestros niños es como sigue: Todo lo que elegimos hacer siempre conduce a una consecuencia, ya sea positiva o negativa. Este primer tipo de consecuencias se conoce como consecuencias naturales y ocurren de manera automática, sin que los adultos tengamos que intervenir. Por ejemplo, si está lloviendo y el niño no usa su impermeable, el niño se mojará; tan simple como eso. Desde una temprana edad los adultos podemos empezar a enseñarles a los niños importantes lecciones que los capacitarán para toda su vida, ayudándolos a concluir que tomar decisiones responsables conduce a consecuencias positivas; por el contrario, un comportamiento mal orientado con selecciones de conducta pobres es la ruta más corta hacia las consecuencias negativas. Pensar y entender la consecuencia futura, por lo tanto, influencia la conducta futura del niño. Y ese es el origen de la motivación interna y de la autodisciplina en los niños.

Al siguiente tipo de consecuencias se le conoce como consecuencias lógicas. Es a partir de este momento que la intervención del adulto empieza. Si la niña no se viste apropiadamente para el clima frío y húmedo del exterior, simplemente no sale. Si no limpia los residuos de plastilina después que terminó de jugar, el adulto lo hace, pero entonces la niña no está autorizada a usar la plastilina por dos semanas. Este es el tipo de consecuencias que usamos cuando existe un asunto específico y las consecuencias son claras. Al tercer y más complejo tipo de consecuencias se le conoce como consecuencias impuestas no relacionadas. Usamos este tipo de consecuencias cuando no nos sentimos seguros respecto a lo que podemos hacer; también cuando existe más de una infracción por parte del niño. Resumiendo, las consecuencias (naturales e impuestas) son los resultados positivos o negativos de nuestra conducta. Experimentar las consecuencias por su conducta brinda a los niños la oportunidad de pensar sobre lo que hicieron y cómo pueden enmendar lo que hicieron cuando el resultado no es satisfactorio. La fórmula no puede ser más simple: usamos consecuencias positivas para reforzar la conducta de los niños e imponemos consecuencias negativas para desalentar su conducta negativa.

No «doremos la píldora», sabemos bien que existen niños que no responden de la manera que esperamos a las consecuencias, particularmente si las mismas son desagradables para ellos (impuestas no relacionadas). Una queja común en muchos padres es: «Si ya le he quitado todo lo que le puedo quitar a mi hijo y los problemas persisten, entonces, ¿cómo lo disciplino?». En esta guía de autoayuda para padres y maestros encontrarán numerosas pautas y estrategias para estos desalentados adultos.

Ayudamos más a un niño que se siente frustrado y enojado cuando, con nuestras palabras y acciones lo apoyamos emocionalmente, enfocándolo en cómo puede manejar mejor su conducta agresiva y sus sentimientos hostiles. El mejor mensaje para darle a un niño ya agitado o consternado no es otro que: «Vamos a solucionar esto juntos». Los modelos RET y SPS introducidos en «Sin premios ni castigos: La ruta hacia una disciplina basada en consecuencias» nos orientan en cómo desarrollar destrezas para apoyar emocionalmente a los niños.

Tópicos desarrollados en esta guía

Autocontrol

Autorregulación emocional

Inteligencia emocional

Motivación extrínseca/Motivación intrínseca

Disciplina a corto plazo/Disciplina a largo plazo

Crítica negativa/Crítica positiva

Pautas para criticar/elogiar/animar a los niños

Consecuencias naturales

Consecuencias relacionadas o lógicas

Consecuencias negativas/Consecuencias positivas

Consecuencia impuesta relacionada/Consecuencia impuesta no relacionada

El uso del tiempo fuera

La suspensión de privilegios

Aprendiendo a usar el mandato alfa

Intervenciones especiales para niños que no responden bien a las consecuencias

Cuando las consecuencias impuestas no mejoran la situación: Cómo desarrollar un diálogo orientado hacia la solución del problema

Dándole apoyo emocional al niño

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